El pasado 14 de noviembre, el partido ultraderechista VOX realizó un acto en Murcia. Entre sus oradores estaba Ortega Lara, funcionario de prisiones secuestrado por ETA hace unos años. En este acto muchas fueron las provocaciones de los extremistas de derecha a quien que no piensan como ellos: Amenazas de reyertas, peinetas, etc, etc… Pero es de Lara de quien quiero hablar.
Lara, en su discurso, cargó contra las víctimas del franquismo, diciendo que provocaron ellos la Guerra Civil. También cargó contra el feminismo, entre otras barbaridades extremistas, en un discurso cargado de odio al diferente.
Pues bien. Imaginemos que eso lo haríamos yo o cualquier persona con discapacidad, por ejemplo. Estoy seguro que mucha gente sensiblera no se atrevería a criticarme debido al “aura de santidad” que me da la discapacidad entre la mayoría y la gente de mi misma ideología, quienes ante cualquier crítica sacarían mi discapacidad como arma arrojadiza. Lo mismo pasa con Lara, su condición de víctima del terrorismo es usada como arma arrojadiza contra toda crítica.
Flaco favor nos hace aquella persona que nos quiera defender así en ambos casos, ya que no verán un compañero, un igual, sino alguien que se define solamente por su condición de victima o por su discapacidad, de esa forma se ignoraría nuestro peso político específico, nuestras ideas y nuestras reivindicaciones. De ese modo, en ambos casos seremos títeres a los que utilizar para ganar votos con la rabia o la lástima. Desde luego yo no quiero eso, me valoro mucho para eso. Pero me temo que Lara no tiene tanto amor propio, al contrario que otras víctimas del terrorismo, el odio le ha cegado y quiere tener un altavoz, aunque ello suponga ser utilizado como un perro rabioso por quien quiere sacar rédito político de él.
Esto me lleva a la segunda consecuencia posible. Vernos en ambos casos como enfermos que deliran. Ya pasó eso en el caso del físico teórico Stephen Hawking cuando se le ocurrió decir que tenía pruebas de que Dios no existía. Eso mismo le pasó alguna vez a Pablo Echenique, por ejemplo. Evidentemente, en ambos casos son acusaciones falsas, que solamente buscan el desprestigio profesional del personaje público. Sin embargo, por lo que acabo de decir en el párrafo anterior y por lo poco que se de psicología, en el caso de Lara es posible que sea cierto. Sinceramente, creo que una víctima, cualquier víctima, necesita un largo y costoso proceso de duelo y racionalización teórica para hacer activismo o política institucional. Dos ejemplos de eso que digo son mi querido excompañero Eduardo Madina y mi admirada Amelia Tiganus, superviviente del sistema prostituyente y activista del Feminismo Radical. Pero me temo que Ortega Lara no ha hecho esa reflexión, para alegría y regocijo de VOX. Una pena. Realmente es una pena tanta utilización y tan poco amor propio.
Con estas líneas solamente pretendo evitar que en las próximas elecciones municipales, mis conciudadanos y conciudadanas no voten odio al diferente por una simple cuestión de simpatía, por lástima, por compasión. Eso es algo que no hará bien a nadie.
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