Shangay supo mantenerse al margen y utilizar a quien le quería utilizar, apoyando a quien quería apoyar y cómo y cuándo quería apoyarlo.
Como ya dije en este mismo medio cuando mi amigo Shangay murió, yo debo mucho a este gran hombre que dio la cara por mí cuando necesitaba una mano amiga. Pero hoy quiero hablar de otro tema.
Quiero hablar del gran éxito de Shangay y este no es otro que el saber cómo utilizar la fuerza mediática del sistema para denunciar a ese mismo sistema. Mi amigo sabía lo que era frecuentar los baños públicos y clandestinos. Sabía lo que era la sordidez de lo prohibido, pero también su libertad. A Shangay el postureo le pilló demasiado resabiado para caer en él, en el “gaypitalismo”, ese que le robó todo lo que pudo, todo, menos su dignidad.
Shangay consiguió no ser ni un gay del “Tío Tom”, domesticado por quien le da migajas de falso reconocimiento, ni una frívola diva de los platós, un moderno enano buzón de la Corte. Supo utilizar a los medios de comunicación antes de ser utilizado por ellos.
Como “Primo” de Velázquez que he sido, como persona con discapacidad, sé lo adictivo que es que te hagan sentir el “guardián del sello real”, cuando en el fondo no hacen más que utilizar tu imagen para sus propios objetivos. Shangay supo mantenerse al margen y utilizar a quien le quería utilizar, apoyando a quien quería apoyar y cómo y cuándo quería apoyarlo.
Por todo ello quiero dar las gracias a mi amigo Shangay, por su ejemplo de dignidad. Ejemplo que intento seguir, no sé si con éxito. Sea como sea, el espectáculo, nuestro espectáculo, debe continuar.
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