Cuando me giré encontré una mujer efectivamente esbelta, elegante como las actrices de cine que veía en la gran pantalla. Su cara, perfectamente maquillada, tenía rasgos de ultramar, aunque suavizados. Sus manos, bien alegradas con un tono de uñas, sujetaban unos guantes negros a juego con el abrigo largo que colgaba de sus hombros y sus zapatos con tacón.